La Ilíada es un poema épico en torno a
la legendaria guerra de Troya. Su fondo histórico es innegable hoy día, sobre
todo tras el hallazgo del estrato denominado “TROYA VIIa” por el arqueólogo
Schliemann, que se ha identificado con la Troya Homérica, y narra la
conquista de esta ciudad por los griegos.
El tema inmediato de la obra es el enfrentamiento
entre Agamenón y Aquiles -dos héroes griegos- y sus consecuencias, enmarcado
dentro de otra acción más general como es la guerra de Troya. Ambas están
admirablemente entretejidas y mezcladas con todo el aparato divino.
En el Canto I se presenta la cólera de Aquiles
motivada por la pérdida de la esclava Briseida, arrebatada por Agamenón, que
le había correspondido en el reparto de un botín y la petición de ayuda a su
madre Tetis, una semidiosa, quién logra de Zeus la promesa de vengar la
afrenta que Agamenón ha infringido a su hijo, haciendo que los griegos sufran
descalabros. Este plan de Zeus no se cumplirá hasta el Canto XI, mientras
tanto tienen lugar diversas descripciones, revistas de tropas, proezas de
caudillos griegos y troyanos, escenas en el palacio de Troya (por ejemplo la despedida
de Héctor y Andrómaca del Canto VI) o en el campamento griego, disputas entre
los dioses favoreciendo a unos u otros, etc.
La retirada de Aquiles de la guerra no supone
inmediatamente una derrota de los griegos, sino que hasta el Canto VI son más
bien los troyanos los que pasan apuros. Tras una serie de alternativas y viéndose
la situación insostenible para los griegos, en el Canto XI deciden enviar una
embajada a Aquiles para rogarle que vuelva al combate, prometiéndole a su
esclava y otros regalos, pero éste se niega.
En los Cantos siguientes alternan las victorias
griegas y troyanas de acuerdo con las ayudas de los diferentes dioses. Por
fin ,en el Canto XVI, Aquiles permite a Patroclo, su amigo y compañero, que
intervenga en la batalla, y logra alejar a los troyanos de las naves griegas
ocasionando una gran matanza de enemigos, pero éste cae a manos de Héctor,
hijo de Príamo (rey de Troya) y hermano de Paris, ayudado por Apolo. Cuando
Aquiles se entera de la muerte de Patroclo, en el Canto XVIII,
desesperado decide volver al combate con afán de venganza, y así se llega al
punto culminante de la acción, que es la muerte de Héctor, en el Canto XXII.
En el Canto XXIII se narran los funerales de Patroclo y los juegos
fúnebres celebrados en su honor. La obra termina en el Canto XXIV donde el
rey Príamo se humilla ante Aquiles suplicándole que le devuelva el cadáver
de su hijo Héctor. No obstante la guerra continua, pero los datos que nos han
llegado de ella son fragmentarios.
En la Ilíada, la guerra de Troya , que transcurre en
su noveno año, se nos presenta casi con la novedad del primer día: así la
narración de los contingentes de ambos ejércitos, en el Canto II (Catálogo de
las naves); o el duelo entre Paris, raptor de Helena, y Menelao, esposo
enamorado de ella, en el Canto III; o bien las intervenciones de otros
caudillos como Diomedes, Ayax, Ulises, Idomeneo, etc, cuyas apariciones
constituyen auténticas “novelitas” o narraciones aparte.
En la narración abundan, además, pasajes
descriptivos, por ejemplo de la “copa de Néstor” o del “escudo de Aquiles”,
que hacen crecer el suspense, por un lado, e introducen cierto relax en el
clima tenso de las luchas. No obstante el conjunto de la obra refleja cierta
unidad, por ejemplo con la idea siempre presente de que Troya caerá y será
arrasada, hecho que coincide con el desmoronamiento y muerte de Héctor.
El tema central de la Odisea es
el accidentado regreso de Ulises de Troya, perseguido por Poseidón, su
llegada a Ítaca y la venganza de los pretendientes ávidos de ocupar su puesto
en el trono y en el corazón de su esposa. Es un tema típico de relatos
populares en muchas literaturas, que en el caso de la Odisea parece que el
personaje de Ulises, como protagonista de la leyenda del héroe que regresa,
es muy antiguo, conocido sin duda antes de la guerra de Troya. Este tema se
iría ampliando con material folklórico de distintas procedencias, así se han
encontrado semejanzas con la epopeya babilónica, o con las leyendas hititas y
egipcias. Esta historia del retorno y venganza de un héroe y sus aventuras
fabulosas se integra dentro del ciclo troyano, haciendo que su protagonista,
Ulises, fuese uno de los héroes aqueos que vuelven a su patria tras la toma
de Troya.
La Odisea, bajo su forma actual, se compone
de tres conjuntos épicos:
1) La Telemaquia (Cantos I-IV) especie de prólogo donde se
narra la leyenda del regreso de los aqueos de la guerra de Troya, la tardanza
de Ulises, la difícil situación creada en Ítaca, y los viajes de Telémaco en
busca de noticias sobre su padre.
2) Los relatos en la corte de Alcínoo (Cantos V-XIII) adonde Ulises ha llegado en su
largo peregrinar. Aquí relata Ulises todas las aventuras de su viaje desde la
caída Troya, y tiene lugar la decisión de los dioses de acabar con las
penalidades del héroe y dejarle arribar a su patria. En esta narración se
encuentran los elementos más antiguos del folklore primitivo y está llena de
evocaciones legendarias: los cíclopes, las sirenas, la bajada a los
infiernos, las vacas del Sol devoradas por los compañeros de Ulises,
etc.
3) La matanza de los pretendientes (Cantos XIII- XXIV), antes de la cual se
produce la vuelta de Ulises a Ítaca, el regreso de Telémaco, el progresivo
reconocimiento del héroe por sus leales, actitud insolente de los
pretendientes, hasta que se llega, en el Canto XXII, al punto culminante de
la acción con la victoria de Ulises, como un mendigo, en la prueba del arco y
la posterior matanza de los que asediaban a su esposa y su patrimonio.
En el Canto XXIII se produce el reconocimiento del héroe por su esposa, y en
el XXIV se describe la llegada de los pretendientes al Hades, la visita de
Ulises a su padre Laertes, y la pacificación de Ítaca cuando Ulises asume de
nuevo el mando.
* * *
Hermann FRÄNKEL nos ha presentado al hombre
homérico en su sencillez y unidad, y en la forma incondicional de abrirse al
mundo. En la Ilíada los seres humanos son más impenetrables y cerrados
pero en la Odisea encontramos nuevos tonos de una mayor hondura psicológica,
por ejemplo la delicadeza con la que es sugerida la naciente simpatía de
Nausícaa por el forastero, el hecho de que Ulises ocupe el mismo asiento que
un poco antes había ocupado el dios Hermes en la caverna de la ninfa
Calipso, o la tendencia a acentuar la ironía cuando, en el Canto XVII, el
porquerizo conduce a su señor, con aspecto de un mísero mendigo, a la ciudad.
Un problema que se presenta es al
preguntarnos por la conciencia individual y las posibilidades de decisión del
héroe homérico. El lenguaje homérico no cuenta con ninguna expresión que
equivalga plenamente a nuestra palabra “alma”. Lo que expresa con la
palabra yuch es algo que aparece al morir el ser humano,
cuando abandona al cuerpo para llevar una miserable existencia en el Hades,
que mientras el ser humano vive es fuente de todos sus sentimientos y deseos,
pero no se llega a saber nada sobre su naturaleza y dinamismo. Solo llegamos
a captar aspectos parciales de ella, a los que se alude con términos como: qumoV:
“emociones”, frhn “diafragma” como asiento de la actividad racional, nouV;
“pensamiento”, etc. Se ha señalado cierto paralelismo entre estas expresiones
relativas a lo psíquico con la manera en que los personajes homéricos se
refieren al cuerpo; así la palabra swma aparece en Homero
aplicada al cadáver, con lo cual tenemos otra parcialidad del significado
global de este término.
SNELL nos ha señalado esta manera de
expresarse los personajes homéricos, pero no debemos sacar la conclusión de
que en el mundo de Homero no se hubiera visto en absoluto la totalidad
de una persona; al contrario, los personajes de estos poemas poseen en alto
grado la personalidad. El ser humano es sentido como una totalidad, que se
halla incluida en cada una de sus partes por naturaleza, sin mediar ninguna
reflexión.
A la cuestión de la conciencia personal se
vincula otra que se plantea hasta qué punto estos hombres toman decisiones
propias y son responsables de ellas. La intervención de los dioses se halla
tan ligada a la acción humana, es tan frecuente, que se ha querido negar toda
existencia de decisiones propias a los personajes homéricos. Para aclarar
esto hay que señalar aquellos momentos en los que el héroe homérico toma
decisiones por sí mismo, como en Odisea 6 - 145 cuando Ulises
decide la manera de asegurarse la ayuda de Nausícaa. Pero ¿qué ocurre en
los otros muchos casos en que un dios inspira, frena o alienta la acción del
héroe? No se puede plantear así la cuestión, pues la voluntad humana y los
planes divinos se encuentran completamente entrelazados, y esta conexión es
tan íntima que toda separación basada en criterios lógicos destruiría la
unidad que supone esta visión del mundo.
No obstante ambas esferas, la divina y la
humana, pueden llegar a contraponerse, pero no es lícito aislar a una
de ellas, puesto que la vinculación entre ambas se hace de una manera
irreflexiva.
También se puede ver una diferencia entre
Ilíada y Odisea en este tema, pues en la segunda no solo el ser humano se ha
vuelto más autónomo, sino también los dioses, y es el hombre mismo quien
decide su proceder y es responsable de él.
Snell piensa que la poesía homérica refleja
una concepción del poeta de un individuo dotado de conceptos
psicológicos elementales, los cuales serán compartidos por el público de
Homero y, en general, por toda la sociedad homérica. Poco a poco, a través de
la lírica, poeta, público y sociedad iría aumentando esos conceptos hasta
alcanzar la plenitud de los atributos psicológicos. Por ejemplo en el
vocabulario homérico faltarán términos para designar la introspección, es
decir la interiorización de ciertas actuaciones que le afectan sin saber
porqué: las pasiones o emociones que actúan sobre él no se comprende y el
hombre homérico las atribuye a causas externas. El héroe homérico no se
siente sujeto sino objeto de acciones que le afectan, y cree que una fuerza
exterior opera sobre él.
Temática de la poesía
homérica y la realidad histórica
La poesía homérica ha sido compuesta en el
s. VIII a. C. y tanto por su contenido como por su temática no pretende ser
una poesía contemporánea y sí una poesía histórica. Hay un contraste entre el
mundo contemporáneo y aquello a que el autor quiere referirlo, no obstante
este mundo contemporáneo irrumpe en la poesía homérica aun en contra de la
intención del autor.
El poeta quiere referir un pasado que es la
Grecia de mediados del II milenio a. C., donde se había forjado la mayor
parte de la mitología griega, pero ¿constituye ésta un recuerdo histórico
concreto? ¿Es histórica la referencia de los poemas a la guerra de Troya y
las peripecias de sus héroes?
A finales del s. XIX, SCHLIEMANN sostuvo que
la poesía homérica comportaba al menos un fondo de veracidad histórica, y
tras diversas excavaciones encontró en la zona de Troya restos identificables
con la Troya homérica. Tras él BLEGEN concluyó que un estrato arqueológico,
llamado VII A, datado en 1200 a. C., fecha de la destrucción de Troya,
coincide con la Troya homérica.
También se ha intentado buscar un testimonio
escrito, contemporáneo de la guerra de Troya, y se creyó encontrar en unos
textos hititas hacia el 1200 a.C. PAGE fue el principal impulsor de estas
ideas y aportó varios nombres que, procedentes de estos textos, coincidían con
los de los hechos históricos: Ahiyawa (acaia = tierra de los
aqueos) y Truisa (Troya). Además Assuwa podría
ser una comarca de Asia Menor a la que pertenecería Troya como cabeza de
partido.
No obstante, debido a las objeciones
planteadas por los adversarios de estas ideas, el problema de la historicidad
de los poemas homéricos sigue sin resolverse y últimamente se ha estudiado la
guerra de Troya tomando como argumento la literatura comparada, aunque este
tipo de estudio presenta como dificultad la heterogeneidad de los poemas
épicos que se conocen: unos históricos (poema del Cid) y otros ahistóricos
(Chanson de Roland).
La sociedad reflejada en
la poesía homérica y su correlato en la realidad social griega
El punto de partida para su conocimiento sería
el estudio de la arqueología y las tablillas micénicas, es decir los
materiales de ambos períodos y las instituciones que aparecen, pero es
difícil por la escasez de información. Se puede deducir lo siguiente:
En cuanto a la estructura política, la
poesía homérica la recoge bien referida al período micénico, donde hay una
civilización Palacial cuya cabeza visible es el Rey, rodeado de una Nobleza
nombrada por él con carácter reversible y un complejo aparato burocrático,
pero no existe una estructura religiosa autónoma, ya que el sacerdocio está
sometido al poder real. El paralelo en los poemas homéricos lo tenemos en la
descripción del reino de Menelao.
La monarquía arcaica apenas la conocemos y
es difícil ver rasgos comunes con la micénica.
En cuanto a la organización social del mundo
micénico la podemos ver clara en los poemas homéricos, y está centrada en la
unidad de cultivo familiar (oikov). El campesino es libre y posee una
cantidad de tierra autosuficiente, es autárquico. En el oikos se producen los
alimentos y vestidos necesarios. Se dispone de algún esclavo, que apenas se
ocupa de la tierra, con carácter doméstico haciendo labores complementarias.
De otro lado están los artesanos, hombres
libres que incluyen desde el médico al carpintero o al poeta, y el
terrateniente, que recurre a los jornaleros para el cultivo de la tierra.
Por su parte la poesía homérica refleja situaciones
complejas que no siempre son repartibles entre la parte heroica y la
histórica, pues la primera tiende a reflejar la situación Palacial y la
segunda la del oikos.
Se suele
decir que la Odisea refleja una proximidad del señor al campesino que no se
da en las tablillas micénicas, por ejemplo cuando Odiseo desafía a Eurímaco
para ver quién labra mejor la tierra.
¿Hasta qué punto quedan en la Odisea
situaciones de explotación agrícola comunitaria? Está por investigar y
THOMSON cree que se trata de una explotación individual donde la
propiedad no es privada; lo claro es que debieron existir otras formas
de explotación distintas del oikos.
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